Habremos escuchado alguna vez la expresión de estoy enamorado, siento mariposas en el estómago, o tengo un nudo en el estómago luego de un conflicto o discusión, o flojera antes de una presentación o examen.
Si bien aún se desconoce del todo el vínculo científico entre el intestino y los sentimientos, cada vez más se acercan a que la microbiota intestinal (conjunto de microorganismos que habitan en el intestino) podría tener un papel en esta comunicación del cerebro al intestino.
El aparato digestivo contiene millones de neuronas que pertenecen a un sistema llamado entérico cuya función es regular el tracto intestinal en toda su extensión. Por este motivo se lo conoce como el segundo cerebro.
La serotonina, considerada como la hormona de la felicidad, es una de las responsables de regular la tristeza, la apatía, nuestras dudas o, incluso, nuestras obsesiones. Alrededor del 10% de ella, se procesa en el cerebro. Pero el 90% restante se fabrica en el intestino.
Por lo que si el intestino no se encuentre en óptimo probablemente nuestras emociones tampoco lo estén.
Las últimas investigaciones científicas están dando un paso más y demuestran ahora la relación existente entre el aparato digestivo y las enfermedades neurológicas. También se ha descubierto que el 95% de los niños que sufren trastornos como déficit de atención, hiperactividad o, incluso, autismo, presentan problemas digestivos.
Por lo que se recomienda como primera medida descansar de vez en cuando del trigo, el azúcar, los lácteos y el alcohol. Así como nutrir a los dos cerebros con alimentos ricos en aceites insaturados: aguacate, frutos secos, semillas, incorporar cúrcuma, cereales integrales, frutas y verduras. Además de evitar los productos procesados, mantener una buena hidratación y mantenerse activo.
Incorporar técnicas de relajación y comer con atención plena.